نبذة مختصرة : En las dos últimas décadas los bioantropólogos y arqueólogos han aunado un gran interés por documentar y explicar los cambios en la estructura poblacional de las comunidades prehistóricas, tanto en el plano evolutivo como en el tránsito de las sociedades cazadoras recolectoras y horticultoras a la agricultura. La medición e interpretación de las diferencias en el nivel de salud, en las expectativas de vida, en las tasas de mortalidad, fecundidad y crecimiento poblacional es uno de los objetivos principales de la paleodemografía y paleopatología (Milner et al., 1989). Mientras que la demografía se considera objetiva en cuanto se basa en el conteo directo del número de individuos de distinto sexo, edad, grupos familiares y locales y en la observación inmediata del estado nutricional, la paleodemografía, resultante del conteo de muertos (esqueletos), sin acceso directo a las características de la población viva y funcional, ha generado enconadas críticas y controversias (Buikstra et al., 1986; Wood et al., 1992). Anteriormente los paleodemógrafos sustentaban que a partir del análisis de los restos óseos de un cementerio prehistórico podían reconstruir la composición por edades, la mortalidad en diferentes cohortes de vida, la longevidad de los adultos de ambos sexos, la proporción de sexos, las tasas de nacimiento, fecundidad y mortalidad, el incremento natural, el tamaño de las familias y el de toda la población, los posibles efectos de los períodos nutricionales críticos, las enfermedades y el esfuerzo (estrés) físico (Angel, 1969); sin embargo, hoy día se sugiere que distintos factores, tales como los errores de muestreo, patrones culturales y problemas conceptuales (el entendimiento, entre otros, de los conceptos de demografía estacional y estable, la mortalidad selectiva y la heterogeneidad oculta en los riesgos de población) pueden afectar los resultados paleodemográficos. De una simple y frecuentemente poco informativa tabulación de datos, cruzados por cohortes de edad y clasificados por sexos, la paleodemografía ha pasado a asumir un papel cada vez más crítico recurriendo a muestras arqueológicas más numerosas (Howell, 1982), adoptando patrones de referencia etnográficos (Brewis et al., 1990; Milner et al., 1987) ya modelos biomatemáticos (Gage, 1989). Este último procedimiento implica una acentuada interdisciplinariedad entre arqueólogos, bioantropólogos, patólogos, demógrafos y estadísticos, es decir, de un complicado mecanismo de retroalimentación.
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